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¿Cuál es el mejor momento para escribir?

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¿Cuál es el mejor momento para escribir?

Índice

Antes de dar cualquier mínimo paso hacia la escritura muchas son las incógnitas que revolotean por nuestro subconsciente. Temores, dudas y diferentes razones pueden acechar e interrumpir el proceso creativo. Una de las incógnitas más abundantes, cuando se tiene una idea o jamás de producir una obra, es: ¿cuál es el mejor momento para escribir?

 

Introducción

 

Sin lugar a dudas, la cuestión que planteamos en el título suele ser una sombra alargada que oculta cualquier propósito, iniciativa, proclive a la escritura. Más allá de temores, la postura dubitativa, la ausencia de certezas, puede ser un abominable y peligroso enemigo. Sin embargo, no debemos dejar que la duda invada nuestras seguridades, ideas o cualquier hito que nos empuje directos a la escritura, y posterior publicación de libros.

Si has llegado hasta aquí con la intención de buscar una respuesta definitiva, lamentamos comunicarle que no es el lugar. No vamos a darle la fórmula secreta para que usted pueda iniciar. La respuesta no es tan sencilla, o al menos no es una, sino varias. El mejor momento para lanzarse al vacío y empezar a crear es cualquiera. Parece una obviedad o una deliberada manera de hacerle perder el tiempo por encomendarse a esta publicación de nuestro blog en busca de una respuesta. Pero, es así. Cualquier momento es bueno para escribir. Dejar algo tan profundo como la escritura a la merced de la inspiración es bastante peligroso. Con esto no queremos decir que la inspiración sea hago banal o que nunca llegue, todo lo contrario. Pero nuestras aspiraciones como escritor deben estar sujetas en certezas.

Aprovechar la rutina y la normalidad

Al hilo -del final- del anterior apartado vamos a ubicar este epígrafe. A la hora de escribir buscamos historias extraordinarias, necesitamos de una mano divina que ilumine nuestro camino hacia un libro que se aleje de todo aquello que se había conocido hasta la fecha. Es un pensamiento correcto, la necesidad de buscar algo único es un total acierto, no toda narración está a la altura de ser considerado como libro. Aunque, en esta moda de buscar exhaustivamente una historia novedosa y demoledora ante las demás gana mayor valor un hecho que siempre ha pasado desapercibido. La normalidad, lo rutinario. 

El gran valor de elaborar un producto diferencial ha ocasionado que todos busquen lo mismo (lo distinto) consiguiendo convertirlo en algo ordinario, es decir, suprimiendo el extra- que debería llevar precediéndole. Así, la rutina, lo cotidiano y habitual ganan un valor extra. Con ello no queremos decir que no se elabore un producto novedoso, sino que la normalidad puede llegar a ser extraordinaria, aunque parezca contradictorio.

En el día a día transcurren miles de historias o de sucesos que puedan alimentar nuestra narración. Quizás lo que pensamos que no tiene interés, por el simple hecho de estar dentro de nuestro universo diario, puede llegar a tener un valor incalculable, siempre que lo acompañemos de una narración a la altura y una matización pormenorizada. Así nace el siguiente -y último- apartado.

 

 

Detenerse para poder avanzar

Mientras clavamos nuestra mirada -pérdida- en un punto inerte, carente de valor narrativo, a la espera de la inspiración, de esa historia demoledora y diferencial, para. Déjalo todo. Desiste en esa concepción de no hacer nada esperando a que todo pase. En estos casos lo mejor es frenar, mejor dicho, detenerse para poder avanzar. ¿Por qué detenerse y no frenar, pararse…? El simple hecho de detenerse, incluye, o al menos tenemos interiorizado, observar todo aquello que nos rodea. 

Instintivamente debemos de nutrirnos del gran valor que tiene la rutina, tanto en elementos incorporables en la historia (personajes, lugares, tiempo, contexto…), así como esos maravillosos detalles que dan un salto de calidad a nuestra narración y contenido. Aumentan los detalles por la sencilla razón de realizar descripciones -de cualquier tipo- detalladas y concienzudas, por el hecho de estar tan familiarizado con ello. Seríamos capaces de detallar con los ojos cerrados el bar donde todos los días desayunamos, el aroma del café por la mañana bien temprano… Y de este modo en el que somos capaces de contarlo -tan bien- estaremos capacitados de transmitir esas emociones y estimular los sentidos.

 

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