Manuel Diaz Vargas
Se crea en consecuencia un vacío sórdido, que envuelve con un velo oprimente de amargos silencios el universo del esposo, el cual antes brillaba armónico, confiado, lo mismo que maravilloso. Marcelo en semejantes circunstancias, inicia un proceso de búsqueda interior de respuestas, intentando hallar una explicación que dé sentido y significado a su vida, comprender el auténtico propósito de su existencia en sí. Dudas y preguntas que, por otra parte, son los mismos enigmas que han inquietado al hombre desde los mismos albores de la humanidad, en pos de respuestas a una verdad velada: ¿Quiénes somos realmente? ¿Por qué estamos aquí? ¿Acaba todo con la muerte, o simplemente ésta es la puerta de paso obligado a un nuevo renacer en la rueda de un ciclo predeterminado sinfín, de un plan oculto? Mediante las vivencias experimentadas por los protagonistas, la obra pretende trascender por encima de los complicados vínculos que tejen los sentimientos en las relaciones humanas, bien entre individuos, así como con la sociedad en su conjunto. Proyectándose más allá de la vida y la muerte, lo divino o terreno, el pasado igual que el presente, lo mismo que el futuro o lo eterno. Con este hilo conductor, en el relato se descubre paralelamente ante el lector, otro sorprendente suceso solapado del ayer, también romántico e igual de apasionado, fuertemente ligado a la historia principal: el amor secreto de Eulalia Fortuny, abuela materna de Julia (la esposa de Marcelo).