Hay capacidades siempre deseadas como correr los cien metros libres en diez segundos o escribir un libro.
El autor eligió lo segundo quizá por influencia del famoso proverbio veneciano, atribuido a los chinos: todo hombre debería plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.
O, tal vez porque nunca quiso salir corriendo.
Sin embargo la gran maestra que es la vida lo llevó por otros derroteros, se ganaba la vida como acordeonista hasta que descubrió que en literatura hay que ser mas humilde y esperar que surja la idea; después nada será regalado, sólo si el esfuerzo y el ansia de verdad se mueven en la misma dirección pueden cambiar los cimientos de una existencia.