Jorge Andrade Bejarano

Hola, me llamo Jorge Andrade y os hago un breve resumen de mi biografía.

La inquietud por el conocimiento y la búsqueda de la verdad me llevó a ingresar en la Facultad de Filosofía de Sevilla, donde cursé mis estudios en filosofía pura. Este sentimiento de búsqueda lo experimenté desde mi infancia, pues mis padres me educaron en una profunda fe cristiana, lo que me llevó a sentir la presencia del amor de Dios en mi corazón.

Mi padre, médico, trabajaba en la región más pobre de España, conocida como Las Hurdes. Era un médico totalmente entregado a su vocación, que se manifestaba en los quince pueblos de la región donde ejercía como médico titular. Esa vocación de servicio inspiró mi corazón y sentó las bases de mi vocación religiosa.

Tras los estudios filosóficos, ingresé en el seminario de Sevilla, ya que la verdad filosófica solo responde a una verdad existencial del hombre que busca respuestas objetivas a las preguntas que todos deberíamos hacernos: quién soy y cuál es mi verdad interior.

La filosofía es una búsqueda constante en sí misma acerca de la existencia de Dios, que más tarde se convertiría en una búsqueda de la verdad subjetiva y del relativismo existencial, dando paso a la centralidad de la razón por encima de la fe, lo que se conoce como racionalismo empírico, desarrollado por Descartes, pero con finalidades distintas en los siglos XIX y XX. En esa época, el posicionamiento de la verdad reside solo en la moral relativista y el pragmatismo, dejando atrás los fundamentos básicos del nacimiento de la verdad filosófica dados por los filósofos presocráticos, y posteriormente con Platón, Aristóteles y toda la escolástica medieval.

La pregunta por la verdad en sí misma siempre nos debe conducir a la existencia de Dios, como lo demuestran las vías de Santo Tomás o, mediante la razón y la demostración de su existencia, el gran Spinoza, solo por poner dos ejemplos.

Ingresé en el seminario de Sevilla, donde cursé mis primeros cuatro años de estudios teológicos, y pasé dos años en el seminario de Huelva, donde daba clases en un colegio concertado dos días a la semana. Igualmente, ayudaba como único seminarista al responsable de la pastoral de salud de Huelva: director espiritual, sacerdote y capellán del hospital Vázquez Díaz, D. Juanma Arija.

Mi vocación de servicio y experiencia se desarrollaban principalmente con enfermos terminales paliativos, lo que me llevó a ingresar en una comunidad religiosa durante cuatro años, en clausura, dedicándome exclusivamente a la atención de personas en exclusión social, personas de la cárcel o con patologías psiquiátricas producidas por las desgarradoras existencias de algunos. En la comunidad teníamos una residencia con capacidad para 80 residentes, dedicada únicamente a excluidos y abandonados por las instituciones.

Tras la evaluación del equipo formado por trabajadores sociales, algunos voluntarios, psiquiatras y enfermeras de la comunidad, los residentes eran trasladados a nuestra comunidad, solo esperando una santa muerte. Eran cuidados exhaustivamente y de la mejor manera posible, dándoles apoyo psicológico en los diversos talleres —pintura, lectura, terapias, etc.— para otro tipo de residentes.

Todo ello se daba bajo la premisa del Señor:
«Estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
Entonces los justos le responderán diciendo:
—Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?
¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te cubrimos?
¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a ti?
Y respondiendo, el Rey les dirá:
—De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».

Mi intimidad con Jesús fue creciendo espiritualmente, llevado de la mano del padre Francisco, cisterciense de la estricta observancia del monasterio Santa María de Huerta (Soria). Él me acompañó desde mis inicios en el postulantado hasta la finalización del noviciado, donde hice mis votos de consejos evangélicos.

En esa intimidad, en soledad y silencio, y después de mucho discernimiento, ingresé en la vida eremítica, primeramente en el monasterio de la Cartuja de Valencia y después en el Yermo Camaldulense de Nuestra Señora de Herrera (Burgos), pasando por la Trapa, el monasterio insigne de la vocación monástica ubicado en Palencia, Abadía Cisterciense San Isidro de Dueñas (Palencia).

Mi pasión por la escritura nació siendo muy joven, teniendo casi 400 escritos, todos fundamentados en la experiencia de ese encuentro personal, en esa intimidad profunda, soledad y silencio interior y exterior, dándose y sintiéndose en mi alma ese amor incondicional de Dios. Todo ello da como resultado la expresión y exposición de poesías espirituales, reflexiones filosóficas y teológicas, en reflexión a los signos de los tiempos y la actual situación mundial.

También soy auxiliar de psiquiatría y psicología, habiendo trabajado en Inglaterra y en Alemania durante casi tres años en diferentes residencias de salud mental, especializándome en demencia senil, Alzheimer, cuidados paliativos y geriatría avanzada, con sus variadas consecuencias y patologías psiquiátricas.

Fue una época dura (pandemia de COVID-19), en la que perdí a muchos residentes; tiempos difíciles para todos, aún más para quien se enfrenta a la muerte día tras día. Todo ello despertó en mí esa “misión específica” que cada uno de nosotros debe descubrir, meditando siempre en la oración, frente al sagrario, bajo la mirada del Señor y su voluntad para nuestras vidas y el bien de las almas.

Hacerse la pregunta fundamental: «Señor, ¿qué quieres que haga?» y responder, como ese fiat de María, con total confianza y abandono: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad».

Tras varias entrevistas con diferentes arzobispos y el obispo D. José Castro, decidí, por tanto, afrontar la vocación a la que me sentía llamado: la entrega al enfermo que sufre en silencio y soledad (paliativos), teniendo la certeza moral de que mi experiencia y formación debían ser utilizadas para sanar los corazones de aquellos que se sienten excluidos y de quienes padecen una gran pobreza espiritual y existencial, dada en la exclusión social, la pastoral penitenciaria, etc.

Pensé que otra forma de ayudar y hacer el bien, en lo poco que pueda, era la publicación de mis escritos, obteniendo —a Dios gracias— valoraciones positivas de algunas editoriales y el interés en su publicación. Solo expongo mi deseo a través de ellos, descubriendo mi alma y mi corazón para el bien de las almas, e intentando dar respuesta a esa búsqueda de la verdad en aquellos que se sienten perdidos existencialmente en el don de la fe y manifiestan esa pérdida de su ser existencial y felicidad.

Por ello, mi único objetivo es dar a conocer el inmenso Amor y Misericordia de Dios hacia nosotros, sus hijos, en estos tiempos tan convulsos, y descubrir esa verdad incardinada en las conciencias, en la unidad familiar y en la identidad afectiva tan perdida. Quiero dar a conocer la verdad de esa paz interior, manifestada por el misterio del Amor y de la Cruz de Nuestro Señor como única fuente y vía que nos une íntimamente con la espiritualidad y radicalidad evangélica tan denostadas, para nuestra salvación.

Revelación y Resurrección: no hay mayor Amor que esa gratuidad para con nosotros, sus hijos adoptivos, y manifestar la profunda devoción a Nuestra Madre María Inmaculada, siempre Virgen, Santa, protectora e intercesora por los pecados del hombre, que libremente se ha separado no solo de los valores fundamentales, sino del concepto del bien ético y moral, del perdón y de la reconciliación, no solo consigo mismo, sino con la negación existencial del ser de Dios, de su Amor incondicional y fidelidad, sufriendo por los continuos agravios al Sagrado Corazón de Jesús y de nuestra Madre celestial.

Quiero manifestaros las gracias por la lectura de esta pequeña presentación íntima de mi persona.

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