Felipe Alexander Altamirano Obregón

Es muy difícil describir dónde y cómo inicia todo. Vengo de una familia promedio; fui creciendo de la mano de mi padre y mi madre, hasta donde mi carácter y mi egocentrismo juvenil lo permitieron.

Siempre he sido un enamoradizo a más no poder. Me enamoro constantemente del cielo, de la vida y de ti, en resumen, de todo aquello que puede hacerte palpitar el corazón de mil maneras. Me volví adicto a mi piel ruborizada por un pensamiento o por una historia creada en mi cabeza. Venga, que a todos nos ha pasado.

Nací un 3 de junio y, honestamente, no tengo idea de lo que pasaba por la mente de mis padres al verme respirar por primera vez. Desconozco las circunstancias o pensamientos del momento; la verdad, se me hace gracioso ponerme en sus zapatos.

No iban a imaginarse que perderían el control de su hijo en determinado momento de la vida, a tal punto que sería capaz de cruzar medio continente para tratar de entender mejor cómo funcionaba el mundo. Aunque, en realidad, a cierta edad ya no era un riesgo que ellos asumían, sino una experiencia que me llevaría al límite de mis emociones y vivencias.

La vida, a través de mis ojos, no es más que un resumen de pequeñas etapas vividas. No es una novela de Raymond Carver ni poesía como la del modernista Rubén Darío. Son pensamientos, como los que tú tienes de vez en cuando, expuestos en este libro. Quizás te identifiques con alguno, o quizás soy de otro mundo, pero aún sigo aprendiendo, escribiendo y, supongo que, por ello, comencé a ver lo que es la vida y todo lo que conlleva.

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