Si has llegado hasta aquí es porque te interesa informarte y formarte sobre la idea de publicar tu obra. Para ello, antes has de contar con una base sobre la idea de escribir. No consiste solo en componer una historia. Escribir entraña mucho más, a veces son detalles casi imperceptibles los que te van a permitir no solo publicar, sino llegar a tu público. Sí, tu público. Porque al igual que cada obra es un mundo, cada mundo tiene sus habitantes, sus lectores.
Escribir es esculpir
Escribir es enfrentarse al mármol con el cincel en la mano y esto ha de hacerse con los ojos bien abiertos. La única manera de aprender a trabajar tu mármol, las palabras, es trabajar. Sí, parece un bucle, un laberinto sin salida. Pero la única manera de aprender es hacer. El arte de la escritura no está libre de la necesidad de esfuerzo, constancia y entrega. Por ello, antes de centrarte en la publicación, en el lanzamiento, en la promoción de tu obra, céntrate en la construcción.
Aprender a escuchar
Escuchar no es oír. Escuchar es detenerse a asimilar lo dicho. Lo externo y lo interno. Bien es cierto que un escritor ha de estar abierto a oír, escuchar y reflexionar sobre las críticas realizadas a su trabajo. Una opinión ajena al proceso será posiblemente más neutra, menos atada por la carga emocional que supone el apego a la obra. El desconocimiento libera de la presión emocional. Pero es esto también un inconveniente, dado que esta neutralidad desconoce detalles que quizás son de vital importancia. Detalles que son los que marcan la diferencia para con el resto del mercado, altamente competitivo.
Por ello, te recomendamos que oigas y escuches a los demás, a sus consejos, sus críticas, sus opiniones, pero que también te tengas a ti en consideración. A tu verdadera voz, a la voz que escribe, no a la que quiere publicar. Sé fiel a tu estilo, y busca el equilibrio entre este y la ayuda externa.
Sinceridad ante tu objetivo
Saber qué se quiere lograr es la base para lograrlo. Saber qué se quiere lograr con la escritura de una obra es esencial porque será lo que te marque el camino y lo que te indique qué has de hacer. Una vez que conozcas qué pretendes lograr con tu libro, deberás poner todo el empeño en alcanzar una calidad que al menos, roce ese objetivo. Esto, que parece simple, no lo es.
Los editores reciben al día cientos de manuscritos. Unos mejores, otros peores. Pero sin duda, muchos son similares. Y el tuyo no solo ha de aportar un matiz diferente, sino que ha de verse en él, y en ti, una capacidad de trabajo demostrable. Las editoriales no buscan solo buenos libros, sino buenos procesos. Esto facilitará el trabajo global, el cual no finaliza con la escritura de la última palabra de tu historia.
Evitar las obsesiones
Escribir es un proceso que requiere mucha concentración y empeño. Es poner el foco sobre unos personajes, una trama, un momento. A veces es como adentrarse en una cueva con ventanas a muchos sitios. Y eso puede causar cierto desconcierto, prisas, obsesiones. Has de evitarlo si quieres no solo tener éxito sino conservar tu salud. El mundo de la literatura tiene unos ritmos propios, y las prisas no son buenas, para nadie.
Por ello, evita perseguir sin ton ni son, sin descanso ni respiro una editorial, una fecha, un modo. Debes estar abierto a la flexibilidad en la agenda, y sobre todo, saber entender los motivos. Esto te permitirá modificar aquellas cuestiones por las que el proceso se está viendo modificado. Detectar errores para poder plantear soluciones. Reescribir el proceso.
Vender el proyecto
Sí, vender. Hacer de tu proyecto parte de ti, y tú parte de él. Ser uno y confiar en él. Este paso es el primero y tal vez más importante. El resto del mundo no conoce nada de tu libro, y serás tú quien deba hacerles ver y creer en que es una buena apuesta. Si tú, que lo has creado y conoces no confías en él, nadie lo hará. Crecerá el recelo, las dudas.
Vender tu proyecto es saber decirle a los demás: ‘es lo que buscas, estoy aquí’.
Por último, recuerda que escribir es una carrera de fondo, en la que la línea de meta es un nuevo comienzo. Detenerse es retroceder.
¡Mucho ánimo en el proceso!