Jose Ignacio Martínez Ballarín
Jim, “el Ballarín” para los amigos, fue engendrado, unos meses antes de nacer, en el bello pueblo de Calateca. Luego nació en Zaragoza, porque para eso los de Calateca son como los de Bilbao, que nacen donde les da la gana. Un tiempo después, 34 años para ser exactos, cumplió esa edad y vio que esa cifra era buena, por lo que decidió que si el mundo quería seguir dando vueltas al sol era su problema, pero que él no iba a seguir contando las vueltas que daban otros: ni la tierra, ni el borrico en torno a la noria.
Se hizo médico, como su padre y su abuelo, no por tradición, sino porque lo lleva en su naturaleza, un instinto inevitable, como el de las africanas codornices, que en cuanto los africanos centroeuropeos pasan el estrecho en dirección Sur, ellas lo hacen en dirección Norte, para ir a Calateca a pasar el verano.
Licenciado por la Universidad de Zaragoza y Doctor por la de Barcelona intenta seguir a lo suyo, los pacientes, sin pensar (para no cortarse las venas) en lo que las autoridades sanitarias están convirtiendo a la Sanidad Pública.
Algo había escrito de la Ciencia Médica, pero un día se le apareció el espíritu de su abuelo y le encargó esta novela, de la Vida Médica: para recordar como era la vida de la Medicina, con mayúsculas, hace un siglo y que miremos, con asombro, lo que hemos conseguido y recordemos, con tristeza, lo que hemos perdido.