Rafael de los Casares y de Illana
Desde su infancia y debido a la profesión diplomática de su padre, Rafael de los Casares Moya, Conde de Rávago, el autor ha vivido en el ámbito de las relaciones internacionales: ya desde los nombramientos consulares, bien desde los diplomáticos. Es de recordar que años atrás en España existían dos Carreras: la Diplomática y la Consular. Creo que fue durante el gobierno del general Primo de Rivera, cuando se tomó la decisión de unificarlas en una sola: la Carrera Diplomática. El Conde de Rávago desempeñó funciones consulares y funciones diplomáticas y tras haber sido embajador en Panamá y El Líbano, se jubiló como Cónsul General en Génova. Su hermano Pío entró muy joven en la carrera diplomática. Su último puesto fue el de Embajador en Budapest. Tristemente, volvió por enfermedad a Madrid, donde falleció a los pocos meses: tenía 53 años. Echando la vista algo más atrás, el autor incluye entre los familiares de generaciones anteriores, relacionados con la diplomacia, a don Manuel González Hontoria Fernández Ladreda, tío abuelo suyo. De familia de marinos, don Manuel optó por las leyes y la política. Durante el reinado de don Alfonso XIII, desempeñó importantes cometidos: participó en la Conferencia de Algeciras de 1904, donde desempeñó un papel brillante, fue abogado del Rey, Ministro de Asuntos Exteriores y autor de varias obras de derecho internacional.