Desde joven escribí estudiantinas y murgas que luego cantábamos los mozos y las mozas en las plazas del pueblo. Con las propinas se compraba un cordero y una arroba de vino, y con música de acordeón bailábamos en el campo, ¡lo pasábamos bomba!
Mi vida no fue un camino de rosas. Fui a la escuela desde los seis a los ocho años, y con esta edad me fui al campo a guardar ovejas. Junto con el pan, en el zurrón llevaba un libro. Labré la tierra, domé toros que después enganché al carro, arranqué monte, hice carbón… y todas las faenas del campo. Me siento satisfecho porque el trabajo de mi mujer y el mío dio su fruto. Tengo la gran satisfacción de haber plantado árboles, haber criado a dos hijos y haber publicado un libro a la edad de ochenta y dos años.