Esta es la historia de un emigrante español, completamente ajeno al mundo literario, que para complacer a sus nietos, siguiendo las huellas de sus mayores y apoyado en el báculo de la memoria, empezó a revivir y recopilar viejos recuerdos, hasta conseguir llenar, poco a poco, como el goteo de un viejo grifo, el vaso de sus expectativas. Y en el momento de ofrecérselo a ellos, quiso hacer realidad el viejo sueño de que otros lo compartieran.
Pedro Alonso nació en la Villa de Tábara (Zamora) a principios de 1941, en el seno de una humilde familia numerosa; en unos años marcados por la austeridad y el racionamiento, tristemente conocidos como "los años del hambre"; a pesar de lo cual él siempre recordó su infancia como muy feliz. Con las primera luces abandonó el pueblo: razones de estudios lo llevarían a la capital zamorana, el servicio militar a Madrid y, una vez licenciado, el más que anunciado impulso migratorio lo empujó a buscarse la vida, hasta recaer en la muga entre España y Francia. En la ciudad de Irún halló cobijo y en Hendaya, cruzando la frontera, trabajo. Y desde entonces ha vivido entre la Isla de los Faisanes y la desembocadura del río Bidasoa, viendo, impasible, como los años iban pasando, a la velocidad de la corriente.
Cuando decidimos expresarnos comunicando nuestro conocimiento, de la mano de la palabra escrita, estamos dando paso a una nueva forma de vida o a una nueva manera interpretar un determinado hecho. Publicar un libro, en cierto modo, nos hace inmortales. Nuestras palabras sobrevivirán a nuestro tiempo en esta tierra. Tu libro, mientras exista, estará ahí para recordarte. Y tú siempre estarás vinculado a él de forma eterna. Porque amas a la literatura y porque la literatura te ama a ti, lo que quieras decir, hazlo saber con un libro.