Mis primos, como añoranza de mi infancia, que vuelve en carne y hueso, para hacer realidad el hoy vivido y recordado. Con ellos vuelven los seres más queridos, mis antepasados, cobijo de mi niñez, de los que recibí la vida, la educación y la fe. Padres y abuelos ya perdidos, cuyo recuerdo pervive para siempre en mí, como don recibido, agradeciendo a Dios y a la vida, la suerte y el regalo que me entregaron con tanta generosidad.
Vuelven los recuerdos con mis primos como parte de la historia personal, dentro de mí, perviven tantos seres que no olvido, porque con todos compartí vida, hoy recuerdo también a mis amigos, vecinos y paisanos.
Francisco Ruiz hidalgo, nacido en el Valle de Abdalajís, provincia de Málaga. Un pueblo blanco a los pies de una sierra hermosa de piedra de granito donde los buitres baldonados anidan en sus grandes desfiladeros y cruzan el cielo planeando por encima del pueblo y dándole belleza y un encanto natural a la sierra. Con su ermita blanca en medio de la montaña, donde mora el Cristo de la sierra entre acebuches y palmas que tanto apreciamos los ballesteros por su historia. Allí me crie corriendo por sus calles empedradas y jugando al pilla pilla y al corro de la patata; un niño feliz e inquieto que corría por aquella sierra y subía por las tardes a la ermita para tocar la campana y resbalarme en una piedra que había al lado de la ermita. Unos bellos recuerdos de la niñez de los que no me puedo olvidar porque forman parte de mí.
Cuando decidimos expresarnos comunicando nuestro conocimiento, de la mano de la palabra escrita, estamos dando paso a una nueva forma de vida o a una nueva manera interpretar un determinado hecho. Publicar un libro, en cierto modo, nos hace inmortales. Nuestras palabras sobrevivirán a nuestro tiempo en esta tierra. Tu libro, mientras exista, estará ahí para recordarte. Y tú siempre estarás vinculado a él de forma eterna. Porque amas a la literatura y porque la literatura te ama a ti, lo que quieras decir, hazlo saber con un libro.